Ya no más tanques de más de medio litro de bebidas en los comercios de Nueva York, se muestran la cantidad de calorías de cada hamburguesa en Mac Donalds, y algunos países vienen estudiando el ponerle impuestos a la 'comida chatarra'. Todo esto, para acabar con uno de los grandes males del siglo XXI, que es la obesidad.
La última batalla que se ha iniciado contra esta enfermedad en EEUU la lanzó la semana pasada la ciudad de Nueva York, donde se aprobó la prohibición de vender refrescos y bebidas azucaradas de gran tamaño (más de 16 onzas o 464 mm) en cines, restaurantes, estadios, carritos callejeros y otros establecimientos. Esta medida entrará a funcionar en marzo, pero no cuenta con la simpatía de la mayoría de los neoyorquinos, según los resultados de una encuesta del New York Times.
Otros grupos, ven esto como un corte al poder de elegir de cada persona. Para la doctora Pilar Martín Vaquero, especialista en endocrinología y nutrición del centro médico D-medical, el camino de la prohibición no es la mejor manera de combatir la obesidad. "Prohibir no nos da mejores resultados, porque al final los médicos podemos indicar o restringir, pero es el paciente el que decide".
Como dato, recordemos que la obesidad podría alcanzar al 42% de la población de los EE.UU en 2030.
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